“Tenemos que pensar cómo hacer un peronismo de uñas esculpidas”

Entrevista con Néstor Borri

Es jueves 14 de noviembre al mediodía, día previo a que se desarrolle el segundo taller llamado “El Momento y la Diagonal”, coordinado por Pedro Saborido -escritor y humorista- y Néstor Borri -comunicador y asesor político. Con este último ya habíamos pautado esta entrevista previamente para hablar en principio, de este taller destinado a organizaciones sociales de Bariloche, referentes locales y vecinos de la ciudad, con la intención de pensar y apostar a un entramado político local y barrial.

Estamos en un café de la costanera y tengo a Federico Ingaramo, presidente de la Fundación Gente Nueva, una de las organizadoras del encuentro, a mi izquierda. En frente nuestro está deleitando una torta de frambuesas con una limonada Néstor Borri, referente de Nueva Tierra, entre tantas otras cosas. Después de pasear por varios temas, anécdotas del campo popular, de conocidos en común y de historias compartidas, prendo el grabador y le pido que se defina en primera persona, consigna que no suele ser sencilla. “Siempre trabajé, me comprometí y milité con una vocación por la formación y la comunicación. Así es que tuve la oportunidad en los años 80, en momentos muy difíciles, de construir en dos lugares: el Centro Nueva Tierra, donde estoy desde entonces y la CTA. Desde ese momento siempre mantuve una tarea, función y motivación de hacer comunicación con un ánimo fuerte en la formación. También la vida, el camino y las interacciones con diferentes redes, me llevaron a ser bastante federal, conocer mucho todo el país, tener una búsqueda de pasar en limpio y relanzar las conversaciones. Entonces a partir de mi formación básica en comunicación, me incliné por hacer análisis institucional, procesos formativos, educación popular, poniendo en diálogo instancias donde podemos pensar conversando. Así recorrí muchos lugares del país compartiendo con grupos en diferentes espacios, con instituciones y organizaciones muy heterogéneas entre sí, siempre con la preocupación de que podamos hablar pensando, y que no hable de nosotros un discurso ya hecho”.

_¿Cómo y dónde se juega en esta coyuntura las construcciones comunitarias?

_Creo que hay que repensar lo comunitario, lo ciudadano, lo colectivo, lo democrático, lo popular, ya que hay diferentes acentos. En este momento donde pueda suceder eso, es cualquier lugar donde podamos mantener conversaciones significativas que tengan sentido para nosotros y para los otros. Entonces en vez de preguntar dónde está hoy lo comunitario, me preguntaría cómo nos lo encontramos. Y en lo personal creo que no está necesariamente donde creemos que está, sino donde sucede y esto acontece fuera de los lugares habituales que suponíamos que tenía que suceder: donde más decimos comunitario es donde menos hay. Por lo menos tendríamos que preguntarnos por un momento, si acaso si lo comunitario no está donde decimos que está y sucede bajo otras formas que no son las que conocemos, las que nos agradan o estamos acostumbrados.

Me parece que hay que rescatar en lo político, lo comunitario, lo popular, el punto que para nosotros es una verdad, no un consuelo. Casi por disciplina hay que animarse a encontrarlo, donde no pensábamos que está, incluso donde más nos incomoda. Donde creemos que hay individualismo, odio, lo comunitario está fuera de nuestros discursos morales. Creo que un exceso de moralina, nos hizo matar lo comunitario real a nombre de lo comunitario que suponemos que debe ser. Nosotros trabajamos con lo organizado y suponemos que los otros son desorganizados, sin embargo tienen otros órganos, procesan otras cosas y tienen su propia organización.

_¿Entonces, dónde comienza esa búsqueda?

_Siempre digo que hay que salir dos veces para animarse a estar a la intemperie de verdad. Creo que la vida, la sociedad misma y el pueblo, como ha sido siempre, evolucionan más rápido que aquello que tratamos de nombrar. Lo que nosotros consideramos que son nuestras fortalezas, como el pueblo o lo colectivo, de afuera se ve como un castillo, como una casta. Me parece que hay que buscar afuera de nosotros mismos. Hay una parte de lo comunitario que está encerrado en nuestro discurso y hay otra que anda ahí sin su nombre, enganchado en la dinámica del tiempo, no de nuestros espacios comunitarios.

_¿Qué características crees tiene Gente Nueva para este momento que estamos atravesando?

_Una organización como Gente Nueva tiene dos cosas que son un gran capital a poner a prueba. La primera es tener una historia con la cual contrastarse. En este momento donde todo se disuelve y es repentista, tener una historia institucional es un privilegio y una carga a la vez, que si se invierte bien es sin dudas un capital. Entonces valoro por un lado el tiempo, y al tener el tiempo tener una historia.

Por otro lado pienso que lo comunitario siempre es un equilibrio con lo individual que existe dentro de un ecosistema. Uno tiene que incluir al otro, porque si no lo incluye no funciona. Entonces la búsqueda vale la pena que sea sobre nuevos equilibrios y desequilibrios, entre lo comunitario y lo individual o ciudadano político. Lo comunitario como lo homogéneo y lo político como lo heterogéneo. Lo comunitario como lo colectivo y lo individual como lo singular.

La otra gran cuestión que tiene Gente Nueva es una presencia cotidiana, es el tiempo en encuentros reales, algo que sin dudas es un gran valor, un gran activo. Creo que las grandes trasformaciones que se están dando y que se han dado en el país y que a nivel político, vemos catalizadas y nos desconciertan, han sucedido y siguen sucediendo a nivel molecular, algo que no es estrictamente micro porque no es chiquito, sino que es micro pero es mucho, es masivo.

En Gente Nueva está ese gran dispositivo de poder que primero hay que reconocerlo y un paso más sería hacerlo sin miedo, sin verlo solo como una excepción a nuestra regla, sino como una posible otra regla. Hay que ver cómo hacemos para tener moral y no moralina y sobre todo sin superioridad moral.

Es que las instituciones están muy tomadas, por un discurso que proviene de las disciplinas, entonces se habla de juventudes vulnerables, jergas que son cascarones y que nos sirven solo para entendernos. En ese sentido una institución tiene que volver a ser una buena filosofía de la praxis. Y la buena filosofía se hace con las palabras del habla común y lenguaje llano, no con la jerga técnica de las disciplinas. Para mi gusto estamos muy hablados desde unas ciencias sociales de dudosa eficacia. Dejamos de hablar de barrio y hablamos de territorio por citar solo un ejemplo.

_En otra entrevista sostuviste una frase de Margaret Teacher. “El camino es la economía, pero el objetivo es el alma”. ¿Crees que eso se está dando en el país?

_Desde nuestro lado, haciendo supuestas apelaciones al alma y a la identidad, apenas hemos logrado responder con la economía y creo que en general estamos ubicando mal los términos. ¿Decime si alma no es un término ajeno y despreciado por las ciencias sociales?

Enfocándonos en la pregunta, en síntesis, rechazo sus términos pero no desconozco la precisión estratégica del actual gobierno, que a veces desde nuestros espacios se lo tilda de locura. Puede ser locura, pero no es tontería. Hay inteligencia en el sentido que ellos inteligen algo, logran ser artífices en eso que inteligen, y nosotros no lo estamos logrando codificar. Por ejemplo, donde nosotros decimos derechos, Milei y gran parte de la población dice prosperidad. Entonces al ofrecer derechos sin prosperidad fue, como entre otras cosas, quedamos pedaleando en el aire.

_¿Hace cuánto lo conocés a Saborido y cómo nació el taller “El momento y la diagonal”?

_Con Pedro nos conocemos desde 2018 cuando estaba haciendo un ciclo que se llamaba Peronismo Insólito. Lo fui a ver porque vivía por ahí y quedamos en contacto para ir haciendo y hablando de distintas cosas. En esa coyuntura nos preocupaba cómo comunicar para ganar. Así es que comenzamos a hacer un ciclo que se llamaba así, “comunicar para ganar”, donde la hipótesis central era y sigue siendo, que a más identidad hay menos política. Creo que hay que sacrificar más identidad para ganar más política. Creo que hay que sacrificar emblemas para poder llegar a más otros. Así fuimos trabajando eso, junto a Santiago Barassi, otro compañero, y fuimos armando un laboratorio en un grupo de whatsapp, donde fuimos chequeando la realidad a cada momento, cada uno trayendo material desde sus propios espacios. Sin dudas que Pedro es más el hemisferio derecho y yo trato de ordenar lo que surja para que se pueda transmitir en cuatro palabras. Con Bariloche nos fuimos cruzando desde distintas maneras, ya que Pedro tiene un afecto particular por la ciudad, y a partir del conocimiento previo que yo tenía con Gente Nueva, fuimos armando este taller que vamos a sostener en Bariloche por segunda vez.

Creo que hay gente de Bariloche con capacidad de hablar sobre esta ciudad, proponer cosas y construir un poder del tamaño que sea, en los espacios que tengamos y podamos conseguir, siendo que lo mejor de lo que ya hacíamos en muchos casos no funciona más.

Hay situaciones y reclamos en donde estamos en el mismo lugar que hace 8 años y eso sin dudas es un error. Por otro lado, siento que una gran camada de referencias y dirigencias, está en su límite, entonces nos preguntamos cómo politizamos en este momento todo esto, que a lo mejor, no está tan adentro de los circuitos políticos, pero tiene más de político que la política misma.

_¿Cuáles de estas palabras te parecen centrales?

_Hay dos palabras que me parecen claves: intemperies e intuiciones. Lo más importante de lo que está pasando en el país está pasando a la intemperie, fuera de los marcos institucionales, de los circuitos establecidos. La gente habla y comprende las cosas que le dan sentido a su vida, fuera de todas las instituciones que suponemos que son las correctas y las mejores, o que al menos lo han sido. De mínima podemos decir que suceden a distancia, corta o larga pero a distancia. No sucede en.

Por otro lado hay una intuición generalizada, de que hay un montón de cosas que están recontra agotadas, por no decir zombis, que sin dudas es algo peor que muerto. Son muertos vivos. Un ejemplo podría ser exorcizar de nosotros esa idea de que nosotros tenemos una superioridad moral para proponer un modelo mejor para la sociedad. Eso por un momento hay que dejarlo morir, después veremos. Hay una intuición de que esto es así, pero no están habilitados los espacios para que de esa intuición se pueda hablar con tranquilidad, con profundidad y con valentía porque esa intuición puede generar una certidumbre, no digo una certeza. En síntesis, hay que ser capaz de abandonar un montón de cosas, dejarlas morir, y dar comienzo a algo nuevo, es la mejor manera de continuar.

Por un tiempo, como ejercicio de disciplina, dejaría de hablar de derechos y quizás hasta de Estado. No porque no sean importantes, sino porque como son tan importantes, no pueden estar en este discurso cristalizado donde nosotros lo ponemos. Tienen que estar en un mejor lugar, no pueden estar ahí. Porque ahí donde están le dan mucha verosimilitud y eficacia a lo que Milei dice de los derechos y del Estado. No podemos seguir hablando del Estado presente, perspectiva de derechos y más. De verdad creo que hay que hacer el ejercicio ético de no usar esos conceptos que usamos casi como muletillas.

Por otro lado hay un montón de cosas que ya están dispuestas y disponibles para hacer ya, y al mismo tiempo hay que ser capaces de imaginar procesos a 20 años. Hay que animarse a hacer ese ejercicio, de un proceso de reconstrucción de una perspectiva para imaginar nuestro barrio, ciudad o país con ese plazo de tiempo, de los cuales en los primeros 15, se va perdiendo.

De todas las cosas que se podrían hacer, ganar las elecciones sería las más fácil, y eso que en este contexto ya es complicado. Sin embargo, de las cosas que perdimos las elecciones no son lo más grave: perdimos el alma del pueblo, lo simbólico y la calle entre otras cosas.

Entrevista: Sebastián Carapezza



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